Hay dos personas y un pájaro:
la real, la que recuerdo
y el que me devora a de menos.
Un regalo onírico para calmarlo,
con principio, final y sin saltos raros,
lo suficiente coherente para crear impacto.
Un dilema detallado, de qué hacer
llegado el caso.
La euforia por tenerte a mi lado,
frente a la fatiga por otro desengaño.
Por supervivencia, elijo lo segundo
pero no presiones, que sabemos que puedes,
pero no nos conviene cambiarlo.
¿Sabes? Volvías a mi, buscabas mi compañía y mi abrazo,
ni te decía cuánto te quería para darte espacio,
a que decidieses si era algo del momento
o premeditado.
Siempre libre, nunca más atado
a que sientas que tienes que quedarte
por no hacerme daño.
No tendrá el pájaro tanta suerte de que llegue el caso,
pero si ni confío ni me fío, ¿cómo va a ser posible
una distante amistad por la que no sea forzado
un sencillo 'cómo estamos'?